“La ciencia en España es una batalla perdida”: iniciaba así otra de esas conversaciones de Twitter que sirven para poco más que desfogarse. Entre justificadas críticas y lógicos escepticismos, surge la idea de importar a España reuniones entre científicos y políticos.  “Es necesario buscar la forma de que haya más interacción entre políticos/as y científicos/as”. Desde Australia, un científico emigrado explica cómo allí se reúnen anualmente científicos y políticos durante dos días para ayudarse. Se suman a la conversación emigrados en Reino Unido citando su experiencia en programas de intercambio entre ciencia y política. Suena a ciencia-ficción: en Westminster te puedes encontrar a científicos que durante días son la sombra de un diputado para conocer sus actividades y problemas. También, el diputado visita el laboratorio y vive en primera persona el día a día de la ciencia. Incluso yendo más allá, en el propio Westminster, y en muchos otros parlamentos, tienen en plantilla a personas con formación científica cuya labor es estar al corriente de cualquier novedad del mundo científico y transmitirla a los legisladores para que la consideren en su toma de decisiones. “No veo la razón por la que no sea posible hacerlo en España”: algunas risas, un par de memes y lo lógico era esperar que la conversación terminara como empezó, otra idea al aire.